20 Jul 2024  |  Ruben Darío Chambi, Daniela Franco Pinto & Guido Alejo Mamani

Futurismos Aymara: Reconstituyendo antiguos pasados para imaginar una ciudad, El Alto

El futurismo indígena es un movimiento cultural a través del cual los actores indígenas cuestionan las formas hegemónicas de representar el pasado, el presente y el futuro, planteando nuevas formas de autorrepresentación destinadas a reescribir sus historias, recurriendo al pasado para (re)crear nuevos futuros. En este marco, El Alto, la ciudad indígena más grande de Bolivia, se ha constituido en un espacio privilegiado para abordarlo, gracias a sus insólitas formas arquitectónicas. Construcciones futuristas (con alusiones a personajes de ciencia ficción) conviven con otras inspiradas en el legado visual de sociedades prehispánicas. Mediante estas intervenciones arquitectónicas, la burguesía comercial Aymara emergente expresa su ascenso social, económico y político. El pasado y el futuro confluyen en El Alto, puesto que, desde su fundación en 1985, esta ciudad ha heredado el legado de diversas utopías indígenas que buscaron crear futuros inspirados en pasados dorados como Tiwanaku[1].

Photo Tiwanaku Ruben ChambiLa Puerta del Sol en Tiwanaku. Foto: Ruben Darío Chambi.

Un repaso de la historia Aymara del último siglo destaca ejemplos precursores de pensamiento futurista que con el tiempo influyeron en la identidad de esta ciudad. Uno de estos fue la Escuela Ayllu[2] de Warisata (1931-1941), un proyecto educativo indo-socialista, autogestionado por las comunidades originarias en alianza con una generación de maestros y activistas mestizos[3] comprometidos con la “liberación india” de la explotación terrateniente. Esta utopía educativa, no solo potenció el desarrollo cultural y económico allí donde se instaló, sino que dio forma a un proceso político revolucionario de autodeterminación indígena.  Este proyecto comenzó con una escuela matriz, denominada taika (madre en aymara) situada en la localidad de Warisata, diseminándose después a otras regiones. Su construcción (inspirada en la arquitectura de Tiwanaku) se sostuvo en el trabajo comunitario (achocalla) y su organización bajo el mandato de un “parlamento amáutico”[4], institución que recuperaba las formas precoloniales de deliberación y consenso (ulaka).

Photo Warisata 1934 coleccion Carlos Salazar MostajoInicio de la construcción del Pabellón México en Warisata (1934). Foto: Colección de Carlos Salazar Mostajo.

Otro ejemplo de utopías futuristas es el movimiento indianista - katarista (1970 -1980). A diferencia de Warisata, donde hubo una alianza indo-mestiza, el indianismo planteó una utopía propia: la reconstitución de su propio estado: el antiguo Qollasuyu[5]. Imbuidos en las luchas por la descolonización, el indianismo promovió su activismo a partir de la restitución de personajes históricos como Tupak Katari[6], la creación de emblemas de lucha como la bandera Wiphala y el rescate de antiguas festividades, como el Machaq Mara o año nuevo Aymara. Este movimiento estuvo conectado con la formación de El Alto, pues emergió como respuesta a la discriminación que la población recién llegada del área rural sufría por parte de la sociedad urbana. Hoy la influencia del indianismo se manifiesta, por ejemplo, en el escudo oficial de El Alto, que alude a la identidad indígena, su proyección futurista (por la presencia de antenas de telecomunicación satelital) y su conexión con el pasado a través del uso de iconografía de Tiwanaku.

Escudo El Alto Gobierno Autonomo MunicipalEscudo oficial de El Alto. Ilustración: Gobierno Autónomo Municipal de El Alto.

Para quienes estudiamos el mundo Aymara, El Alto cobra importancia en términos históricos y políticos, puesto que “después de 500 años” (desde la llegada de los españoles al continente), una élite indígena toma el liderazgo cultural de una ciudad que, a diferencia de otras capitales del país, no tiene origen colonial, dada su reciente fundación. En contraposición con las élites intelectuales bolivianas que a finales del siglo XIX auguraban la desaparición del pueblo Aymara, en la actualidad es posible vislumbrar su (re)emergencia en El Alto. La poca presencia estatal permitió a sus pobladores construirla bajo sus propias instituciones y legados como los de Warisata y el indianismo, de quienes heredaron principios como la autodeterminación política, el fortalecimiento de la identidad y la descolonización. Sus arquitecturas se presentan como una vanguardia que aglutina diversos imaginarios donde confluyen la ancestralidad prehispánica, las formas arquitectónicas modernas y las futuristas. Estos elementos cobran sentido para la intelectualidad Aymara que imagina y proyecta a esta ciudad como un “Tiwanaku moderno”[7], donde lo ancestral es parte del presente y proyecta múltiples formas de futuro.

 

 

Photo architecture El Alto Guido Alejo MamaniArquitecturas en una calle de la ciudad de El Alto. Foto: Guido Alejo Mamani.

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[1] Tiwanaku es un sitio arqueológico, cuna de una civilización prehispánica (1500 a.C.- 1000 d.C.) y cuyos principales restos arquitectónicos se encuentran en el altiplano boliviano.

[2] Ayllu es un sistema de organización territorial de las culturas Aymara y Quechua.

[3] El termino “mestizo” se utiliza en Bolivia para referirse a la población no indígena o de origen hispánico.

[4] Amauta hace referencia a una persona experimentada, con autoridad moral para el ejercicio político de la comunidad.

[5] Qollasuyu, es una antigua denominación Inca a la zona que hoy comprende el altiplano andino.

[6] Tupak Katari, fue un líder Aymara que lideró una sublevación indígena contra la corona española en 1781.

[7] “Tiwanaku moderno” es una denominación cada vez más presente dentro del activismo Aymara al referirse a la ciudad de El Alto.

 

Daniela Franco Pinto estudió psicología de la Universidad Católica Boliviana (UCB) y filosofía en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Su trabajo se centra en la historia política de los movimientos sociales y las manifestaciones artísticas contrahegemónicas (siglos XX y XXI). Actualmente, cursa el doctorado en Historia en la Universidad de Tarapacá (UTA).

Guido Alejo Mamani es arquitecto de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), investigador independiente y autor de diversos artículos académicos relacionados con la arquitectura, cultura e historia indígena. Actualmente, cursa un Máster en Población y Desarrollo en el CIDES-UMSA.